Todas las maravillas de un sitio de dim sum. Una carta llena de ingenio y sabor en un ambiente cuidadosamente concebido.

Sin dudas, mi restaurante favorito de Bogotá. Un concepto de fine dining ejecutado con estándares mundiales. Siempre es un placer llegar y descubrir qué nueva delicia tienen en la carta y ser atendidos despacio y cuidadosamente, como si comer fuera un ritual, más que una obligación.

La descripción de los platos en la carta resulta mucho más emocionante que la ejecución. Al final del día uno se cuestiona si vale la pena pagar esos precios por la versión “elevada” de un plato tradicional que no ofrece el mismo nivel de satisfacción del original.

Un restaurante de cocinero, amigable y acogedor sin ninguna pretensión distinta a la de ejecutar bien su menú fusión alsaciano-colombiano.

Pescadería Municipal presenta una propuesta sencilla pero bien ejecutada de cocina de mar latinoamericana. Pescados y ceviches con sabores definidos y frescos y unos cocteles francamente deliciosos.

Es raro encontrar una hamburguesa vegetariana tan rica que no acuda a las mismas recetas de siempre. El pan, la salsa de la casa y los encurtidos elevan la hamburguesa a una experiencia especial. No sobra que el sitio tenga un diseño impecable y excelente servicio. Muy recomendado.

Namaste es una opción costosa para quienes quieren una comida india colombianizada (sin picante ni rasgos verdaderamente distintivos en el menú). El ambiente, la música y el servicio son un tanto despedidores durante el día. Quizás en la noche, en plan de tragos sea más acogedor. La administración del restaurante podría mejorar en temas como el cuidado de los baños y el aseo general

Estuvimos en el bar y el ambiente es agradable. Los cocteles son variados si bien la mayoría son cocteles clásicos con variaciones menores. La comida disponible en el bar cumple su función de acompañar los tragos, aunque ofrece poca variedad si alguien no está interesado en comer frituras.

El equivalente en restaurantes de “estar en el lugar equivocado”. El restaurante parece una atracción de un parque temático salido de Orlando, sólo que metido en el frío de la Sabana. La belleza del escenario natural en que se encuentra se desaprovecha en un sitio ruidoso con personal desatento y comida producida en masa. Todo por un precio totalmente desmedido frente al servicio y el valor de lo consumido.

Comida de la cuenca del caribe. Tiene más pretensiones de innovación que verdadera inspiración, pero la comida es buena y el ambiente amable.