La Poularde

Hace mucho tiempo no visitaba este restaurante clásico francés, sigue manteniendo su estilo, su carta se mantiene intacta hace años, los platos sabrosos sin ser espectaculares como lo eran antes, sobretodo cuando hay una competencia en su estilo muy buena.

Buen ambiente, pequeño, tradicional, casi familiar. Sin emvargo, un cierto olor a moho no hace agradable la impresión al llegar. La cocina, nada espectacular. Los ingredientes poco afortunados. Una trucha con sabor terroso bañada por una salsa bechamel que sofoca el caviar esparcido. El pato a la Cointreau un poco más honorable, aunque la piel con mucho gordo. La sopa de cebolla bastante fuerte. El pie de manzana, excdente de masa y escaso de manzana. Gilbert Bécaud de fondo salvó la noche.

Es muy familiar, la atención es muy buena y tiene buena variedad en la carta, las entradas son buenas. Acogedor para una velada tranquila

Que decepción, leí los comentarios y quería darle una oportunidad a pesar que desde afuera de veía poco llamativo pero recordé lo tradicional del restaurante y acéptalos entrar, pedimos de entrada el pate que fue aceptable, con una mantequilla regular (esperaba una casera), los platos no tardaron así que intuí los tenían precalentados y solo era cuestión de calentar, lo cual fue desagradable al encontrar los centros de las carnes frías, poco a poco esa sopa de mantequilla que llenaba el plato se fue solidificando y cada vez fue más desagradable comer, que perdida de tiempo y dinero.

No es un restaurante de alta cocina. Es una opción para salir de los almuerzos caseros, pero no para una celebración. Tienen problemas para alcanzar el término de las carnes solicitados. Mi scalope de ternera, aunque bien de sal, resultó muy simple. El servicio es mucho mejor que la comida.