Qué tristeza este lugar. Llegamos un domingo a las 4 p. m. Me gustaría pensar que el servicio y la comida fueron pésimos por la hora -cerraban a las 5-, pero algo me dice que así es siempre. Y aunque celebro que un restaurante dure tanto tiempo y sea tan reconocido en un tipo de comida cuyo boom empezó solo hace algunos años, la verdad es que no entiendo cómo han logrado sobrevivir. El servicio pésimo y demorado, el personal mal presentado y poco atento, los procesos lentos (la cuenta la sacan a mano y se demora una eternidad), el lugar horrible, sucio y descuidado, y la comida espantosa. Para pagar platos fuertes de $45.000 pesos en ese local tan feo, con ese servicio tan malo y con ese olor a fritanguería (tienen un serio problema con la extracción), lo mínimo que uno esperaría es una comida increíble, pero no. Básicamente me sentí en un robo a mano armada. Cuando pedí una Sopa de choros ($15.900) algo me hizo pensar que podía salir victoriosa y almorzar con eso y unas Papas a la huancaína ($19.900), para recibir una tacita de sopa con 4 -literal- mejillones y dos espaguetis tristes nadando adentro, y un plato con una (¡UNA!) papa en rodajas, un cuarto de huevo duro y una aceituna morada. Del fuerte, unos tallarines saltados con lomo ($27.900), ni hablemos. Pésima experiencia.

Si fuera lindo y estuviera bien ubicado, el maestro de sushi no podría prepararlo él mismo, como a él le gusta y como siempre ha sido, y el restaurante crecería y, seguro, bajaría su calidad. Es una joyita escondida, y la comida es tan rica, que vale la pena aguantar la pésima selección musical y el ambiente un poco triste. El servicio, sin embargo, es muy bueno y los meseros siempre están atentos a lo que uno necesite.

No había ido a Casa porque las veces que trataba de ir, sin reserva obviamente, siempre estaba lleno. Buen indicador, para empezar. Y debo decir que la espera no fue en vano. Las tapas deliciosas, perfectas para llenar la mesa de platos y compartir, pero también cuentan con una amplia oferta de fuertes, pastas, hamburguesas, postres deliciosos... Una variedad muy equilibrada, uno no se siente leyendo un diccionario en vez de carta y eso es chévere. Los tragos inigualables también, hay una buena oferta de ellos, pero si está buscando un restaurante tranquilo y algo romántico, no creo que sea el lugar, o por lo menos no en las noches de jueves, viernes y sábado.

Warike es un nuevo restaurante muy cerca de la 100 con 15, en pleno corazón oficinista de Bogotá, y nació de un peruano y un colombiano enamorado de Perú que no se explicaban por qué los precios tan descaradamente elevados de la tan de moda comida tradicional peruana en esta ciudad. Así que si quiere comer peruano, muy rico, y sin pagar $30.000 por un ceviche, este es el lugar: comida casual, casera, rica y a precios justos en un ambiente súper descomplicado. Y venden Inca Kola!

Acá no pasa nada. Lo sentí excesivamente costoso para el tipo de comida que ofrecían... Salsas grasosas y pesadas, pescados poco frescos, carta reducida de vinos y a precios elevadísimos... El sitio es lindo, eso sí, súper romántico y como para ir en pareja y comer medio a oscuras, pero de resto, sin pena ni gloria.

Para desayunar o almorzar, es un sitio perfecto. Los huevos benedictinos son un éxito y para el almuerzo, las ensaladas (la Cobb es una de mis preferidas), la pasta, las sopas y los sánduches son deliciosos. Tienen además combos que no pasan de $15 para almorzar y el servicio, aunque un poco lento a horas pico, siempre es bueno.

Hay restaurantes que carecen de concepto y probablemente por eso nunca tienen éxito. Hay otros cuyo concepto es la buena comida, simple y sencilla, sin pretensiones ni montajes estrambóticos, y la gente va porque valora eso. Otros invierten millones en montaje y decoración y nunca logran una clientela fiel porque a pesar de lograr que todo sea lindo, la comida nunca iguala la calidad de las baldosas. Pero hay otros, como El Subte, que logran crear un concepto divertido, creativo y sencillo, que incluso es reseñado en el exterior, pero que no logran dar pie con bola en el tema de comida. A mi juicio, los chorizos, la base de su carta, no tienen nada de rico. Las salsas para acompañar los choris pasan sin pena ni gloria y es muy triste que lo único rescatable sean las papas fritas que los acompañan. No me gusta ni poquito, pero valoro que haya logrado ponerse y mantenerse tan de moda y ser "el lugar" para verse y dejarse ver por ciertos grupos de personas.

Aunque había oído buenos comentarios, la verdad es que no me sorprendió. La calidad y frescura de la materia prima sí es un plus, pero la comida no me pareció nada del otro mundo. Ni los ceviches, ni la cazuela que pedí (que parecía una sopa de pimentón), ni el servicio. Habrá que darle otra oportunidad...

To Wok vende comida en cajita que uno puede armar a su gusto, desde la base (vegetales, pasta, arroz o "calenthai"), hasta los complementos (desde camarones y calamares hasta maní y mango biche) y la salsa (que es gratis), uno puede crear todas las combinaciones posibles. La sede de la 72, a la que voy, a veces es un poco descuidada. El servicio tampoco es bueno, la comida se demora y hay que hacer fila, pero la cajita lo saca a uno de apuros cuando hay poco tiempo para almorzar y, sobre todo, cuando de volver a la oficina rápido se trata. Las porciones, eso sí, son generosas y los ingredientes mantienen la frescura.

Marie Antoinette es una pequeña pastelería en el Centro Internacional, en Bogotá. Ofrecen pies, cheesecakes, mousses, tartaletas, quiches, croissants, panes, galletas y unos cupcakes INCREÍBLES, además de un excelente café y té. A mi juicio, la mejor opción dulce de la zona. La decoración, además, es súper romántica y está inspirada en la estética de la película Marie Antoinette que dirigió Sofia Coppola.