Puestos a desayunar, el arriero con los ojos cerrados. Es una casa grande, añeja, de las que posiblemente queden cuando el Poblado era un camino de polvo. El servicio es ágil, agradable, uno se queda mirando las opciones con arepa para pasar el rato. Las porciones son generosas, no puede ser de otro modo, la comida rural antioqueña es famosa por su abundancia. Su patio interior es tentador y da la sensación de haberse metido en la casa de alguien, ya que hay muchas habitaciones que han sido transformadas en comedor. No tiene secretos, y saben bien como hacer las cosas de la tierra. El caldo de costilla es afilado, denso de sabor, penetrante. Para los que desayunan sin prisas.