Escogí el restaurante porque quería llevar a mi hija a un lugar a las afueras de Bogotá y según lo que encontré era que tenía parque y la comida deliciosa así que no dude en ir para allá. Al llegar me llevé la sorpresa que no tenía parque sino un salón despedidor, oscuro y con unos cojines sucios. Luego una persona nos invitó a ver gatos por $5.000 para una fundación, pero al entrar vaya sorpresa, el lugar desaseado, olía terrible y la persona encargada hablando que había una epidemia de gripa en todos los gatos. Casi infarto, pero traté de ser prudente y salir lo antes posible de ese lugar. La atención del dueño es muy buena, esmerada, sin embargo me pareció costoso y las porciones pequeñas. Los espaguetis 3 quesos muy empalagosos y pesados y la sopa de tomate rica pero era tamaño entrada así que ese día no fue nada grato el paseo. Nos tocó llegar con mi hija y decirle a mi esposo que nos invitara a comer porque estábamos muertas de hambre pues las pastas tuvimos que dejarlas.