En un estrecho local en Chapinero, con tan solo 16 sillas, Seiki san y su socio Gustavo, sirven pescado fresco bajo las creaciones de Seiki, quien ni siquiera habla español. Si no le molesta que la ropa quede aromatizada con los vapores de la cocina, explore los pequeños platos. Caro, seguramente por los precio del pescado importado, prepárense a quedar arruinado y el paladar deleitado.