Es un pequeño lugar divino y muy acogedor! Excelente que se incremente la oferta de cocinas diferentes a las típicas italianas, españolas etc de las que ya está inundado Bogotá. Recomendado pedir diferentes platos al centro para compartir, pedimos la moussaka que estaba en su punto, los calamares frescos y deliciosos, los dolmades calientes en una salsa increíble y el cordero braseado. Decepciona la ensalada de acompañamiento y el cordero me parece que le faltó un poco de cocción para mejorar su punto. Las mesas son muy muy pequeñas y al parecer los meseros no son conscientes de eso porque te traen todos los platos al tiempo, sin haber espacio. Aguanta volver!