Este restaurante conserva la magia que siempre lo ha caracterizado en el pasado, excelente vista, un ambiente inmejorable y una comida que siempre se destaca. La experiencia fue nuevamente única. La langosta es para mi gusto la mejor de la ciudad, de un gran emplatado, bañada en bisqué de langosta y acompañada con champiñones coronados con escargots y decorados con tinta de calamar, simplemente deliciosa. Adicionalmente recomiendo la Bouillabaisse San Isidro, una de las mejores sopas que he probado en restaurante francés alguno. Cada vez que pueda volveré a este gran lugar.