La comida es deliciosa, cocina casera tradicional del sur de Francia, platos bien servidos, no es lujoso en sus presentaciones pero concentra la atención en los sabores. Deliciosos los postres, especialmente la creme brulee. El ambiente es tranquilo, un lugar pequeño con elementos tradicionales franceses. El parqueo es fácil a menos de 2 cuadras. Justo al lado del Palacio de Justicia, dando pie a una buena caminada por La Candelaria después de almorzar :)