El ambiente es bonito, todo tiene decoración marroquí y la música ambienta con congruencia. La comida no justifica su precio, una porción pequeña de tabule costo 9,000 y no fue el mejor sabor, ni los kibbes. Pedimos también falafel y ensalada de pollo pero no fue nada del otro mundo. Lo que más deja que desear es el servicio, el mesero estaba de mal genio o algo, muy poco cortes.